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¿Cristina presidenta?

Las señales de la Vice en dirección hacia la máxima candidatura. El plenario de la UOM, los símbolos. El acto en La Plata: ¿Luche y vuelve? Los coletazos santafesinos de la interna con Alberto. El 2023, ahí nomás.

— Gustavo Castro

JUEVES 10 DE NOVIEMBRE DE 2022

El primer acto público de Cristina Fernández de Kirchner luego de que intentaran asesinarla y la convocatoria a un encuentro multitudinario para la semana próxima ofrecen señales del camino que piensa transitar hacia las elecciones de 2023 la figura alrededor de la cual giran todos los planetas del sistema político argentino.

La decisión de volver en un plenario de la UOM rebalsa de contenido simbólico y excede por lejos el hecho de que el secretario general de ese sindicato sea Abel Furlán, un dirigente de indisimulada simpatía kirchnerista. Si fuera por cuestión de mera afinidad, hay organizaciones de las más diversas cuyas conducciones y bases llevan tatuadas a CFK en su frente.

La Unión Obrera Metalúrgica es el mayor sindicato industrial del país. Trabajadoras y trabajadores de una potente actividad con valor agregado, nucleados en un gremio fuerte. Quizás la expresión más gráfica del modelo que enarbola como bandera la hoy vicepresidenta. No por casualidad estuvo allí, pese a las resistencias locales, el último secretario general de la CGT durante el período cristinista, Antonio Caló. Lugar ideal, además, para plantear la exigencia de una suma fija que levante el piso salarial en medio de una dinámica inflacionaria desorbitada.

Pero además, la UOM es un espacio entroncado en la más clásica tradición del peronismo de Perón. No en la versión caricaturizada que se bufonea en los sets de televisión porteña, claro, sino en la dimensión de un país industrializado con pleno empleo, con sindicatos portadores de un poderío mayúsculo. Que asimismo dialoga con la mística de la juventud maravillosa que reivindica la militancia kirchnerista para adquirir, así, una mirada totalizadora del movimiento fundado por el General. Lorenzo Miguel y John William Cooke, juntos. Urbi et orbi, pensará Cristina.

Y desde allí, un puente hacia Brasil. El presidente electo por tercera vez, Luiz Inácio Lula da Silva, tiene el mismo origen, al fin y al cabo, que los delegados metalúrgicos que corearon por la vuelta de CFK a la Casa Rosada. ¿Se mira la vicepresidenta en el espejo de quien fuera compañero de ruta de su fallecido esposo y de ella misma durante la travesía latinoamericana del siglo XXI? En cualquier caso, pensar que todo se trata de una gran casualidad remite a una inocencia política de la que carece la referente argentina.

Fue la propia Cristina la que mencionó a Lula en su discurso en el plenario de la UOM. Lo hizo cuando aseveró que no se arrepentía de la designación de Alberto Fernández como candidato a presidente en 2019. Argumentó que en aquel momento el líder brasileño estaba preso, Donald Trump habitaba el Salón Oval y Mauricio Macri desplegaba su política persecutoria desde el gobierno argentino. Leído en reverso, esos elementos hoy no están y, en consecuencia, no es una extravagancia suponer que la vicepresidenta piensa en asumir la mayor responsabilidad electoral y, urnas mediante, institucional.

Finalmente, la organización de un acto para decenas de miles de personas en el Estadio Único de la Plata que la tendrá como única oradora convive armoniosamente con lo antes descripto. Por el Día del Militante, por supuesto. Pero la difusión de la actividad es sugerente: a 50 años de la vuelta de Perón. Parece una nimiedad, sin embargo no necesariamente lo es: la celebración del líder que retorna. O la líder, en una suerte de actualización política y doctrina.

En el trayecto largo hacia una eventual postulación, hay metas de corto plazo. Es evidente la aceleración en el proceso de desplume de Alberto Fernández en tanto competidor interno de las fuerzas cristinistas. Hay un ejemplo santafesino que, proyectado hacia el futuro cercano, es revelador. El presidente visitó el viernes la –nuevamente multitudinaria y exitosa- Feria del Libro Nacional y Popular, comandada por el precandidato a gobernador Leandro Busatto, hoy ubicado en las cercanías del universo albertista. ¿Alguien duda de que, en el caso de una candidatura más o menos definida de Cristina Kirchner, la fuerza de gravedad de la política generaría un rápido movimiento en dirección de la vicepresidenta? Por convicción y por supervivencia.

A propósito. Alberto aterrizó ese mismo día en la capital provincial sin pasar por la Casa Gris. Se dirigió directamente a la municipalidad de Santa Fe para entrevistarse con el intendente Emilio Jatón, sin permitir la presencia en la reunión de ministros de Omar Perotti. El presidente apenas habilitó una foto con la vicegobernadora Alejandra Rodenas, a cargo del Ejecutivo por el viaje a Estados Unidos del rafaelino. Por la tarde, la titular de la cartera de Gobierno, Justicia y Derechos Humanos, Celia Arena, tuiteó una frase del discurso de Cristina: “Un proyecto de país para recuperar la alegría”. Carambola.

Desde ya que, está empíricamente comprobado, la vicepresidenta tiene en su ADN pingüino la virtud de la sorpresa. Y suele generar la maniobra que nadie tiene en sus cálculos, incluso aquella cuya audacia aterra a propios y extraños. Lo que sí parece bastante seguro es que su destino inmediato no será tejer escarpines para su nieta. Quienes exigen su jubilación política deberán hacer algún esfuerzo más que reclamarlo por medios y redes sociales. Juntar más votos que ella, por caso. Suerte con eso.

*El autor del artículo es periodista y se desempeña como columnista en diferentes medios. 


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